Aprender es descubrir.


Camino de la mano de mi vida, ella, mi hija y sonrío... 
Nació acompañada de un manantial de vida, luz y sabiduría.
 Me ha enseñado tanto, tanto, tanto, que nunca se lo diré lo bastante...
A veces todo eso que he aprendido, que aprendo de su mano, duele, duele tanto, tanto, tanto que desearía correr a esconderme bajo el manto de la ignorancia, pero por suerte ya no se puede.
Ella me enseña cogiéndome de la mano, con sus lagrimas su ira su amor y su respeto, que la vida no es aquello que me habían contado, que la educación tampoco y que los procesos llevan su tiempo, un tiempo que a veces parece eterno, pero que es el que es, ni más ni menos. Claro que muchas veces quisiera hacer correr el reloj, pero me miro, respiro y me digo... no es ella quien lleva prisa, soy yo, mi trabajo, el autobús que no llega, la cita de las seis... y no me queda más paciencia...
He aprendido mucho, sí, y ella nunca pretendió ser mi maestra. Se abrió como una flor, me dejó escuchar, mirar, observar, sonreír, buscar, encontrar, descubrir  y aprender...